"Por una lectura insumisa: Jacques, el fatalista en nueva traducción argentina", por Walter Romero

Diderot, Denis. Jacques, el Fatalista, Buenos Aires, Los Lápices editora,
2017, 280 páginas.
Traducción: María Valle
https://loslapiceseditora.wordpress.com/

Jacques, el Fatalista —cuya primera edición póstuma apareció en
1796—es una novela imprescindible. Foucault decía que la historia
es un despliegue excepcional de relatos en varios y múltiples niveles
cuyo deseo final es romper con cualquier intentona unidimensional
en la tarea de la interpretación. Los relatos se encastran o fabrican
un “encaje” à la diable, donde una nueva aventura emerge con la
fuerza con que un nuevo nivel asoma en un videojuego. Toda la
Ilustración parece haber contribuido para que esos seis viajes de
Jacques y de su amo se vean mechados —siguiendo la innegable
tradición cervantina, pero releída a través de la dupla Rabelais/
Sterne— por el relato de sus amores y por narraciones en boca de
otros personajes (en muchos casos de filiación picaresca revisitada
por Gil Blas de Lesage) que suman, en construcción en principio
hojaldrada y un poco deguenillé, una historia tras otra.
Denis Diderot —a quien Jean Starobinski llamó “un propagador de
híbridos”— espesa el relato ofreciéndonos a su vez —ya que nunca
escribe en un solo nivel— uno de los más geniales pastiches
satíricos de la historia de la literatura, ahora en una versión
“retraducida” con un cuidado impar por la lingüista y traductora
María Valle en un rescate que nos aporta, a través de Los Lápices
editora, una necesaria y esperada edición argentina.
Jacques y su amo viajan a caballo: el transporte no es poca cosa ya
que ofrece una de las condiciones de posibilidad de esta narración
primera, en que el “dueño” de Jacques pide el relato de los amores
siempre interrumpidos, siempre postergados, entre otros, por el
mismísimo personaje del “lector” que, no ahorrando estorbos y
paralizaciones al fluir de la historia, hace lo que todo lector debería
hacer: objeta, pregunta, interpela, inquiere, manifiesta su ansia de
detalles.
Así, la distracción y el excursus son parte esencial que complejiza la
fábula y su fictio. Acaso Diderot retoma uno de los más sugerentes
rasgos del texto cervantino por medio de la inclusión y el
entrelazado de tramas narrativas: ya sea por medio de historias que
no tienen ninguna relación con el primer nivel de la historia como
así también relatos en los que Quijote y Sancho no sólo escuchan
sino son “parte” activa de lo narrado. En ese desfile narratológico,
Cervantes parece el amo libresco de Diderot en su entramado de
historias incrustadas de amor y amistad, de celo y coraje, de
exclusión y locura (El cautivo, Historia de Leandra, La asa de los
locos, Los dos regidores, Los amores de Basilio y Quiteria, Los
juicios de Sancho Panza y la magnífica El retablo de maese Pedro)
que confluyen y se recrean en Jacques el fatalista y su amo como gran
novela de la Ilustración —o más bien de la “insurrección
filosófica”— en torno al tema del libre albedrío y del
determinismo(o fatalismo) más bien como ἐπιστήμη.
No olvidemos también que Diderot fue el creador del cuento
entendido casi como un arte contemporáneo, que anula o esfuma las
relaciones entre autor narrador o entre forma y forma, por ejemplo
en el deslumbrante y vanguardista “Esto no es un cuento” (1773)
que parafrasea “por anticipación” el  «Ceci n'est pas une pipe» (Esto
no es una pipa) de Magritte para su serie La traición de las imágenes de
1928/29.
El humor como un modo del desdoblamiento o fenoménica de
extraña gemelaridad (ejemplar no solo en la historia de los dos
hombres parecidos en el ejército sino también en la simbiosis o el
dispositivo entre Jacques/amo) se desgrana en personajes de una
enunciación y “realidad” enrevesadas, que parecen salidas de un
comic-strips, pero con el aire también bellamente anacrónico de los
espejos deformantes de un parque de diversiones de antaño. Toda la
novela funciona a modo de anamorfosis donde la (cónica o
cilíndrica) ubicuidad inestable de ese lector autodiegético y del lector
externo somete a los relatos a una permanente construcción y
reconstrucción como si se jugara con los planos textuales a la manera
en que el arte geométrico opera con formas ensambladas para parir
nuevas e imposibles figuras lejos de las usuales formas literarias
harto euclidianas. Pierre Saint-Armand dice, por su parte, que la
novela debería ser leída como una compleja alusión satírica “a la
ciencia newtoniana en relación con la no newtoniana” en la figura de
ese amo preocupado siempre por su reloj en oposición al tiempo
“no orientado” de las ciencias “más recientes”.
Jacques el Fatalista fue la última novela de Diderot y fue
fundamental también para su autor porque, tal como nos recuerda
P. N. Furbank en la biografía del autor nacido en Langres en 1713,
su héroe y su teoría de la ficción representa a su vez la persona y el
pensamiento del propio Diderot o de aquello que Diderot quería ser
o renegaba de ser (también en una apología ficticia de sus defectos)
a través del “spinonzista” Jacques. La premisa es que el narrador no
sea nunca el siervo sumiso del lector sino una personalidad con
“derecho propio”: “Bueno, con que durante la mayor parte del tiempo
actuamos de forma más bien involuntaria. Poniéndote la mano en el corazón: de
todas las cosas que dijiste o hiciste durante la última media hora, ¿ha habido
algo que desearías de modo consciente? ¿Acaso no actuaste como mi marioneta y
no habrías seguido actuando como tal durante un mes, si yo lo hubiera deseado?”
La ficción sobre la ficción altera los protocolos hermenéuticos y
hace estallar así los regímenes de la lectura subordinada: el arte del
relevo narrativo, de la superposición de planos, de los efectos de
cajas chinas hace de Jacques uno de los grandes e imperdibles
“acontecimientos simbólicos del siglo XVIII” y también de nuestra
actualidad, cada vez más disciplinada.-

Comentarios

  1. Muchas gracias Walter por interesarte en nuestra edición de este genial libro de Diderot. Y gracias por tus conceptos, pero solo soy una editora y profe de filosofía que ama lo que hace.

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