“Ovarios en la calle”, por Jimena Néspolo



Ha de ser descorazonador –se me ocurre– entregar los días en pos del cumplimiento protocolar del arte y los buenos oficios y que, al final, se lleve los laureles alguien que tiene el curriculum limpio. Lo primero que me molesta es el título (“Las tetas de Vivian Maier”), luego la acusación de “sensiblería”, después, la supuesta ausencia de “intención” en sus fotos, sin hablar de la arenga demagógica a “luchar por un lugar en el medio fotográfico, artístico y editorial”. El debate lo agita Daniel Merle en su blog, a propósito de la reciente muestra inaugurada en FoLa en torno a esa mujer absolutamente desconocida hasta que un joven veinteañero con olfato de coleccionista dio por casualidad con sus negativos en una subasta de Chicago en el año 2007, y empezó a horadar en su vida y obra. Las peripecias de esa historia fascinante pueden verse en el documental Finding Vivian Maier (nominado al Oscar en 2014), expuesto en una sala de la fototeca junto al escueto material seleccionado para la exposición VIVIAN MAIER (1926 – 2009) – The Street Photographer.
Que las impugnaciones esgrimidas por Merle para “acabar con el mito Maier” –¿un mito de apenas un lustro?– hagan pie en los argumentos sexistas, reaccionarios y misóginos con los que históricamente se ha descalificado la producción artística de las mujeres pone al desnudo la potencia misma de las imágenes y del gesto que las acompaña. Frente a la fotografía de salón que hoy parece cultivarse en los grandes medios, las más de cien mil tomas de esta extraña niñera que abreva de la vida en las calles, y la absoluta falta de interés o de cálculo pecuniario de su apuesta han de ser sin lugar a dudas intolerables. Se me ocurre que en lo literario sus retratos solo son comparables a los cuentos de Flannery O´Connor, porque ambas nos sorprenden en medio de escenas donde algo terrible o monstruoso está por suceder o sucediendo, como esa nena de “Una vista del bosque”, tironeada entre dos linajes que se disputan con grandilocuencia el tiempo sobre su cuerpo antes de decretar su fin. Márgenes, gentes rudas o de trabajo, damas con pieles de visones o pretensiones de alcurnia, parejas que acaso podrían amarse: imágenes que nos instalan de cuajo entre relatos o historias para luego abandonarnos en un detalle a veces trágico, a veces sencillo y absurdo, pero que revela siempre lo humano en su carácter único o irrepetible.
Si bien es cierto que sus fotografías se relacionan, en lo formal, con la producción de otros contemporáneos –como Robert Frank, Louis Faurer, William Klein, Leon Levinstein o Sid Grossman–, es la excesiva obsesión de su búsqueda, la eficacia formal y el carácter outsider de la figura lo que impone el sello de la diferencia y el misterio. ¿Qué es lo que el mismo John Maloof, dueño de la colección, o los organizadores de las decenas de muestras montadas alrededor del mundo saben sobre la misma Vivian Maier? Poco. Pero el arte nos depara esas sorpresas. Porque es la  existencia inclasificable del archivo la que espolea la búsqueda y la puesta en valor de estas miles y miles de fotografías tomadas con una Rolleiflex en las calles de Nueva York y sus lindes durante más de cinco décadas, miles de rollos incluso sin revelar, cantidad de películas filmadas en súper 8 y acompañadas de casettes de audios simulando entrevistas, una Maier atenta a las noticias, pero también a los casos y las cosas de la vida en comunidad, cuidando u horrorizando niños mientras realiza sus cacerías, pero incluso así anticipando esas funciones a las que ahora se empuja a la fotografía profesional, obligada por la popularidad de los instagramers a “reconvertirse” con tareas de videasta para poder sobrevivir. 
En lo particular, me maravilla su humor, su fantasía, su gracia. Imposible no recordar, al ver su deslumbrante serie de selfies, la portada de la biografía de William Tood Schultz sobre Diane Arbus (An Emergency in Slow Motion, 2011) en que vemos a la famosa fotógrafa tomándose un autorretrato, con ese flash de relleno que impuso como marca, pero sin mirarse a sí misma. En los autorretratos de Vivian, en cambio, la actitud que impera es la de sostener el foco y sostener la mirada con desenfado, aun en las composiciones más elaboradas. Como si dijera: soy ésta, ¿y qué? 


  

VIVIAN MAIER (1926 – 2009) – The Street Photographer
FoLa – Fototeca Latinoamericana
Godoy Cruz, 2620 – Distrito Arcos, Palermo CABA
Entrada general: $80
Horarios: Lu, Ma, Ju, Vi, Sa, Do de 12 a 20 hs.
Del 15 de marzo al 11 de junio de 2017.   

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