“Alpargatas y muchos libros”, por Miryam Pirsch

Con el bombo y la palabra. El peronismo en las letras argentinas. Una historia de odios y lealtades, de Rodolfo Edwards. Buenos Aires, Seix Barral, 2014, 399 páginas.

Con el bombo y la palabra no es un libro tranquilizador. Es un libro que recorre los últimos setenta años de literatura argentina para llevarnos al encuentro de autores que no figuran en el seleccionado de la crítica académica pero sí en el recuerdo de lecturas lejanas, o bien, vinculados con otras temáticas y discursividades, y que trazan un arco que nos lleva desde Julia Prilutzky Farny y José Gobelo al mediático Roberto Pettinato. Porque así de desmesurado es el peronismo, así de infinito es lo que se ha escrito sobre y entorno a él.
También es mucho lo que ha escrito y continuará escribiendo la crítica argentina acerca del peronismo y sus representaciones, sobre la multiplicidad de imágenes y discursos que se apropiaron del mito de Juan y Eva Perón, pero el libro de Rodolfo Edwards entabla un diálogo directo que reconoce como antecedente el trabajo de Ernesto Goldar, El peronismo en la literatura argentina (Buenos Aires, Freeland, 1971). Inscribiéndose en esa línea, Edwards también propone una figura que la crítica académica con aspiraciones de rigurosidad no frecuenta salvo casos muy específicos como el de, por ejemplo, quienes transitan el campo de los estudios de género: me refiero al crítico militante.  Edwards (como Goldar) es un crítico peronista y desde esta posición, expuesta desde la Introducción”, propone un  ensayo que entabla un diálogo polémico con los más diversos agentes del campo cultural, porque de eso se trata: más allá de un libro sobre las letras argentinas, Con el bombo… se interesa por plantar una bandera en el relato de la batalla cultural: la del 45, la de los 70, la de los 90, la que va de 2003 a 2015.
¿Panfleto? Posiblemente, pero nadie podrá alegar que no se trata de un libro honesto desde el momento en que su portada deja en claro que en este universo textual el mundo se divide en peronistas y gorilas, divisoria que se traslada de los sujetos a los objetos como el Pulqui y los aviones que bombardearon Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955… Y en el medio, entre unos y otros, la imagen gigantesca de Perón. Así es el espacio crítico que traza el poeta Rodolfo Edwards, y si hablo de “gorilas” es porque este es el apelativo al que el autor recurre en todas las ocasiones en que la indignación parece ganarle. Artefacto heterogéneo, oscila en el modo de abordaje de los textos y autores que propone para recorrer momentos de la historia de la crítica literaria, recuperar del olvido y biografiar a poetas peronistas, organizar recorridos de lectura entorno, por ejemplo, al 17, o la muerte de Eva, o  el vínculo entre literatura, militancia y muerte a partir del 55. Pero a veces Edwards se detiene en el análisis de aquello que le interesa, tal como lo hace cuando se trata de la obra de Leónidas Lamborghini (el último de la lista de los poetas peronistas, el primero en practicar “la descolocación del peronismo como arte, sus desavenencias entre discurso y objeto, sus mañas lingüísticas, su desafuero permanente, el mear fuera del tarro, esa persistencia en lo desparejo. Garabatea en los márgenes del santoral. Reescribe, desensilla y vuelve a ensillar, aunque nunca aclare”, 172) así como también revisita la presencia del peronismo en los textos de Borges y Cortázar. Si bien esta faceta de ambos autores ya ha sido profusamente tratada por la crítica, Edwards elige darle un giro a la cuestión para pensarla en simultáneo. Criticar el antiperonismo en Borges es un ejercicio muy fácil en el que han caído tantos críticos que sería entre infinito e inútil dar ejemplos (viene a mi mente la “clase” que le dedicó Ricardo Piglia en su ciclo televisivo hace pocos meses, por citar un caso reciente), pero en la comparación de los dos escritores, el crítico militante va más allá y propone la lectura conjunta de los dos autores para revisar cómo Borges sostuvo su antiperonismo a lo largo de toda su obra, en tanto que Cortázar modificó esta posición cuando a partir de la Revolución cubana pudo revisar y resolver su posición frente a los movimientos populares.
Con el bombo y la palabra expande, estira y actualiza el corpus de Goldar, incluye mucho más que representaciones, integra otras formas discursivas y hasta incluye los escritos de Perón como parte del corpus junto con La razón de mi vida, operación que convierte tanto a Juan como a Eva en sujetos “escribidores” y no solo objetos para el análisis crítico. A su manera y a las patadas con la tradición crítica académica, Edwards escribe una historia de la literatura argentina, continúa aquella de comienzos de la década del setenta, una década que marcó un antes y un después luego de la cual nada pudo pensarse de la misma manera en la Argentina, ni en la política ni en la crítica ni en la literatura.
    

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