"Una navaja en la cartera", por Marcos Herrera

Los puntos ciegos de Emilia, de Cristina Feijóo. Buenos Aires, Tusquets, 2011, 264 págs. 

Emilia es un personaje egoísta que accede, luego de una infancia nómade y bohemia con su madre, a una vida de clase media tradicional. Emilia pasa de un mundo inseguro a uno confortable. Al menos es lo que ella cree hasta que se desata la tragedia o las tragedias y todo empieza a tambalear. También podríamos decir que la protagonista cambia una pesadilla por otra. Sus ambiciones personales la llevan de un mundo (el de su madre) a otro (el de su marido y la familia corporativa de su marido). En este recorrido Emilia califica y clasifica lo que ella cree que está bien y lo que ella cree que está mal como un juez hipersensible y desesperado. Emilia se equivoca en sus análisis y conjeturas pero es una equivocación coherente, continua y sin fisuras que va construyendo un mundo en donde ella es el centro y la víctima.
Cristina Feijóo desarrolla en Los puntos ciegos de Emilia una voz sufriente. Una de las características de la novela es el tono de temor continuo de la voz protagonista. Para Emilia la vida es una carrera de obstáculos y amenazas. Y aquí se me ocurre recordar la frase de Brecht que dice que un fascista es un burgués asustado. Y un burgués asustado (o sea un fascista) es capaz de matar cuando siente amenazado su status quo.
Hay dos escenas que ponen de manifiesto claramente cual es la apreciación que Emilia tiene sobre las clases populares, sobre lo que en el imaginario de clase media se conoce como “los negros”. Una es la marcha de los familiares de las víctimas de Cromañón, en donde los cuerpos de los manifestantes asquean a Emilia. La otra es la del viaje en colectivo en donde Emilia teme ser violada por el chofer y saca una navaja para prevenir un ataque que nunca ocurre. La destreza narrativa de Feijóo hace que esta escena aparentemente inverosímil no lo parezca. Digo inverosímil porque Emilia es una señora sensible, profesora de piano, que practica Tai Chi Chuan, preocupada por las formalidades y protocolos familiares… ¡Y lleva una navaja en la cartera! Me parece que en esta escena está la clave del personaje y de la novela porque condensa la violencia que puede generar el miedo.
Con una prosa veloz, virtuosa y precisa, de narradora experimentada, Cristina Feijóo creó un relato que no puede dejar de leerse. Como Puig, utiliza técnicas del melodrama y del folletín. Pero a diferencia de Puig, que utiliza una multiplicidad de voces, trabajando con el estereotipo, Feijóo ahonda en los matices paranoicos de su protagonista en una escalada que termina, por supuesto, con una violación y asesinato, en una tradición bien reconocible dentro de la literatura argentina que va desde El matadero de Echeverría hasta Cabecita negra de Germán Rozenmacher. O sea: los cuerpos violentados son el campo de batalla de la lucha de clases.
Así, en Los puntos ciegos de Emilia, Cristina Feijóo ficcionaliza la política desplazándola del centro de la historia, pero haciendo que cumpla la función de andamiaje del texto. Desde este punto de vista, la novela se puede leer como una parodia de la así llamada literatura femenina. Emilia ve cómo el príncipe se transforma en sapo y las conductas cotidianas en hipocresía. Finalmente, el golpe de gracia con el que el lector descubre la sutileza satírica que late en la novela está en el sueño final de la protagonista, en el que un lujoso vagón de tren nazi es saqueado por rastafaris.

Comentarios

  1. Chas! Termine La mitad mejor, qué un novelón!! un gusto compadre encontrarlo por acá. Muy buena reseña, buscaré la novela.
    Abrazos
    Sebastián

    ResponderEliminar

Publicar un comentario